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De la belleza clásica

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Contrariamente a los gustos actuales en el que el tamaño sí importa, en la antigüedad, Grecia lideró la tendencia a valorar y admirar a los penes pequeños, que ensalzaban las virtudes esenciales de la masculinidad. Por tanto el miembro pequeño era un aspecto codiciado en el macho alfa. Pues los hombres ideales eran dioses, héroes, atletas, etc., y todos ellos eran representados con genitales minúsculos y nunca erectos, mientras que las vergas gruesas, a menudo excitadas, peludas y descomunales correspondían a los sátiros o a todo tipo de hombres que de las más altas virtudes descendían a los más oscuros vicios, a la decadencia y al caos. En definitiva, el pene grande, para los antiguos griegos, describía al hombre vulgar, salvaje y bárbaro. Tantas veces nos hemos intrigado por lo excesivamente pequeños que a veces aparecen los penes de las estatuas clásicas, pero claro, lo bello, era otra cosa. La galería de hoy no olvida aquellos principios apolíneos. Veamos:  

El café de hoy

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Café bien caliente  

Amado mío

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Amantes. Sí, son los que aman, los que dan y reciben afecto, empatía, cariño, son los que están bien el uno con el otro, son los que comparten e intentan llevar a cabo todas sus fantasías, los que hacen el amor intensamente y repiten el acto una y otra vez porque ambos llegaron a la satisfacción buscada y van por más. Amantes. Y la palabra, en cierto sentido, remite a una suerte de libertad. O al menos una sensación plena de saber que ser amantes es ir más allá de todo lo que delimita una pareja formal. Aquella a la que se ha traicionado o engañado, ya sea directamente o siendo cómplices de esa traición, y de la que surge un impulso nuevo y generador que dispara cualquier exploración de los más queridos deseos.